2 de noviembre de 2023

LUCERO


Lucero llora su desamparo. 
Apenas hace unas horas que estaba dentro de su hogar; calentito, acurrucado en un rincón, cuando ha sido sacado fuera sin ningún miramiento y abandonado a su suerte.
Es un anciano caballito, que tiene el lomo despeluchado y la mirada triste.
Aunque disfrutamos de un cálido Otoño, anoche no paró de llover y él siente en su cuerpecillo unos escalofríos que le hieren el alma.
Es el frío de la indiferencia y el abandono, que se le ha colado dentro.


Me lo encontré al lado del contenedor esta mañana. 
Como pude, traté de aliviar su pena acariciándole. 
Un transeúnte que pasaba cerca, debió tomarme por loca. 
Y unas lágrimas brotaron de los bellos ojos de Lucero.
Temí emocionarme yo también. 
Y me dieron unas enormes ganas de llevármelo a casa.
No es la primera vez que lo hago. 
En un rincón del pasillo tengo un ciempiés con las letras del abecedario en sus patas que le puse el nombre de Mateo.
Un crío lo llevaba al contenedor y se lo pedí para mi gata, Leticia.
Y ahí está formando parte de mi vida.


 Me producen una enorme ternura los juguetes abandonados que una vez fueron los reyes de la casa. O mejor dicho, los mejores amigos del rey de la casa, el pequeño niño que los amaba. 
Lucero, por su aspecto, da la sensación de que ha sido un magnífico compañero y amigo. 
¡Cuantas aventuras a su lomo!
Ha servido dignamente largos años y se nota la decrepitud de la vejez y estorba.
Quizá, a escondidas, ha sido sacado a la fuerza en la lluviosa noche de ayer. 
¡Pobrecito!
¡Está empapado!
Su dueño, ahora un hombretón, si le hubiera visto en ese trance, se hubiera compadecido de él, y a escondidas de su madre, le habría buscado un rincón donde cobijarle sin ser visto para que pasara sus últimos días como se merece.
No pueden terminar de esa manera tantos años de amor y complicidad mutua.
Pero está lejos, muy lejos...



Me despido de él con una nueva caricia, teniendo la esperanza de que pase algún niño y se lo lleve con él. 
Con unos pequeños cuidados podrá servir de nuevo.
Cabalgarán juntos por las verdes praderas imaginarias llenado de sueños un futuro lejano.
Lucero, sentirá de nuevo el peso de un torpe cuerpecillo que apenas puede sostenerse en pie, y sonreirá para sus adentros.
¡Ay, la vejez!
¡Qué mala es!
Los ancianos, molestan.
Se ha perdido la humanidad e impera el interés. Sobre todo el del dinero.
Pero según dicen, existe el karma.
Los años pasan y llega la vejez para todos. 
Y de nuevo se repite el abandono.
En una sociedad fría de afectos, podemos ser abandonados como el pequeño Lucero.