4 de marzo de 2009

Ariadna


Ariadna, cada verano disfrutaba ayudando en las faenas agrícolas

Era una niña despierta, con la curiosidad propia de la edad .Le encantaba a la hora del almuerzo, acompañar a la era, a su tia con la comida de los que llevaban toda la mañana faenando

En la época de la "trilla" le encantaba montarse en el "trillo" que ejercía en ella un poder seductor  que nunca pudo desbancar ni los coches eléctricos , ni los caballitos , ni las barcas, que disfrutaba en la ciudad  cuando celebraban sus fiestas

Era el "trillo" una gran plataforma con la base llena de piedras , que se encargaban de moler el trigo, cuando las vacas uncidas a él, daban vueltas  una y otra vez  bajo el sol castellano.  Un círculo  lleno de magia, donde sus sueños infantiles  le llevaban a pensar que viajaba por el universo en un maravilloso artefacto ...

Su cara risueña, se iba llenando de un color moreno  que ni en las mas maravillosas playas  pudo conseguir jamás

Era el color moreno de las gentes del campo ...gente de mirar profundo, con la serenidad que da el contacto con la naturaleza.

Allí aprendió a compartir una estupenda y sana comida a la sombra del viejo carro de las vacas y el arrullo de los chopos

Después de la mañana intensa de duro trabajo, venia la hora del descanso.

Todo el mundo suspiraba aliviado al ver llegar a la tía Leonor con un típico capazo de la zona lleno a rebosar de humeante comida.

Cada uno iba dejando la faena y poco a poco se formaba un círculo de gente hambrienta alrededor

Un rato antes mandaban a los niños con el botijo a una fuente cercana a por agua.

Nunca olvidaría con el paso de los años aquel rito. Un agua cristalina saliendo de las entrañas de la tierra como gritando que el agua es fuente de vida. Aquel sabor era único y bebía con pasión,  con la misma pasión con que empezaba a vivir su vida.

 La comida nunca  fue para ella, algo esencial.  Se había criado delgaducha , hasta el extremo de preocupar en exceso a sus padres que aceptaban de buena gana  que pasara la mayor parte de las vacaciones veraniegas  saboreando la libertad del aire y el sol en la vida sana del pueblo.

Una vez degustados  los maravillosos manjares y con el sol de la tarde cayendo con fuerza, se iban quedando adormilados a la bendita sombra.

Cuando ya el silencio, solo interrumpido por algún que otro ronquido reinaba en el lugar, los niños , aprovechaban  para escaparse de las miradas de padres y demás parientes y salir huyendo a escondidas.

Entonces se producía el más alto grado de libertad  que Ariadna hubiera podido soñar  en su corta vida

Corrian por los prados, saltaban y gritaban oyendo su propia voz repetida mil veces por el eco .

Descalzos, pisaban la hierba , tiraban piedras para ver quien llegaba mas lejos en la orilla del río.

No se libraban los pobres pajarillos de aquellos seres un poco brutos, que intentaban meter mano en sus nidos

Agotados por el esfuerzo, volvian a beber del agua cristalina de la fuente.

Con sigilo, volvían a arremolinarse por entre la sombra  como si nada hubiera pasado.

A la caída de la tarde se uncían las vacas al carro y junto a los enseres se llenaba de niños chillando, por ver quien era el primero en subir arriba.

Tenia el carro  casi el mismo encanto que el trillo, solo que en el carro, paseaban por los caminos sin asfaltar del pueblo viendo la gente al pasar y contestando a coro a sus saludos

Ese bullicio infantil, esas risas sin preocupaciones de futuro, suelen ser las mas puras a lo largo de la vida

Luego el tiempo, se encarga de desdibujarlas... pero siempre están en nuestros recuerdos ...
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