19 de septiembre de 2012

HUERTOS FAMILIARES

Me gusta observar los huertos que hay en una zona del pueblo por donde suelo dar mi paseo habitual. Con llegada del otoño, se van recogiendo los frutos que quedan de la cosecha, pero este hecho ha tenido por delante un arduo trabajo que por mucho que nos empeñemos en idealizar hay que vivírlo para saber de que hablamos.
La vida en la zonas rurales y los trabajos del campo cuando  la mayoría de los pueblos vivían de las tareas agrícolas fue durísima.
Aunque no lo he vivido en primera persona, si he oído contar a mi madre sin ir más lejos, como eran esos menesteres.
De todas las maneras actualmente el trabajo en las grandes ciudades donde el ser humano se tiene que pelear con el asfalto, no está exento de una dureza extrema. Largas jornadas maratonianas lejos de casa, a varios kilómetros de distancia, sin apenas disfrutar de la familia, donde para llegar a fin de mes tiene que trabajar la pareja, y donde queda muy poco tiempo para disfrutar de los niños y su infancia. Teniendo muchas veces que echar mano de abuelos y cuidadoras.

El hecho de vivir en un pueblo alejado de la capital, a veces no es tan perfecto. Muchos servicios como la sanidad se ven afectados por la distancia. Personas que tienen que recorrer cien kilómetros para una sesión de radioterapia y quimioterapia con el traqueteo de una ambulancia y el malestar que eso lleva consigo. Con los recortes de la actualidad se ven afectados por falta de subvenciones los medios de transporte para desplazarse a las ciudades. Los coches de linea y los trenes se ven obligados a prestar menos servicios con el consiguiente problema para los usuarios...
Es la lucha del ser humano por la supervivencia.

No hay nada perfecto en la vida. Podremos optar por una cosa u otra pero nuestra vida no será facil de ninguna de la maneras.Mucho menos con la que está cayendo...
Todo este pensamiento me lo han sugerido los productos de la fotografia con los que mi amigo Paco me obsequió el otro dia al volver del huerto familiar. La cebolletas todavia conservaban la tierra con su peculiar olor . No pude por menos de acercarlas a mi nariz no queriendo perderme esta sensación que acababa de salir de las entrañas de la tierra.
Una de las ventajas de vivir en una zona rural, es que a media mañana, se asome tu vecino por el balcón y te haga entrega de los productos de su huerto con enorme amabilidad.
 Eso es lo que me ha ocurrido a mi con mi vecino Sines. Es un hecho aparentemente sencillo y que por la cantidad tampoco te va a solucionar tus problema con la crisis, pero que está lleno de un simbolismo ancestral .
 Compartir con los demás los frutos que tanto trabajo  ha costado sacar adelante, como deferencia con las personas que significan algo para nosotros.

Por eso, con el otoño en puertas, me gusta una vez más obervár esos huertos familiares que muchas veces sirven para entretenerse en la jubilación y mantenerse en activo ayudando a la economía familiar ofreciendo la posibilidad de comer cosas selectas, aunque no sin esfuerzo.

En breve, la tierra descansará de nuevo con un letargo invernal mientras se nos escapan los días...