26 de septiembre de 2012

EL CIEMPIÉS


Era un ciempiés alegre y divertido con rizos en el pelo y ojos almendrados. Su mamá le había lavado las zapatillas de colores y las había colgado en la ventana para secarlas al sol. Vivía en una casita del bosque y solía acudir a la escuela del pueblo cercano cada mañana.
Por la tarde, se dedicaba a jugar con sus amigos. Era un ciempiés muy guapo, de alegres colores azules y violetas. Poseía una bonita cabeza y un largo cuerpo segmentado por anillos, y en cada uno de ellos, un par de patas, de ahí la cantidad de zapatos con los que tenia que cubrir sus pies.
Su especie se caracterizaba por tener veinte segmentos y estaban preparados para sufrir varias mudas a lo largo de su vida.
Lo que mas le gustaba era escarbar bajo tierra y jugar al escondite con sus amigos, dado que tenian una respiración de tipo traqueal como la mayoría de los artrópodos.
Con su naturaleza depredadora lo que mas les gustaba cazar eran todo tipo de insectos arañas y escorpiones.
Una de sus diversiones favoritas era subirse a los árboles y robar besos a la hojas. Se desplazaba sigilosamente y cuando menos lo esperaban, zás, les plantaba un beso, tratando de seducirlas. A ellas les agradaba su presencia, porque era muy alegre y juguetón. Con su llegada se llenaba el bosque de risas y besos, y la monotonía se disipaba como por arte de magia.
Lo que siempre le hubiera gustado hacer, era jugar con los niños. Pero corria una leyenda por el lugar, de que su presencia debido al veneno que portaban, no era bien recibida. Los niños si descubrian algun ejemplar, solian pisarlo o tirarle una piedra hasta deshacerse de él. Por eso siempre les observaba de lejos y soñaba con tener un amigo de la especie humana.
Un dia permamanecia oculto entre unas ramas, cuando el balón con el que jugaban los niños, fue a parar muy cerca de él. Al acercarse a recogerlo uno de ellos, de repente le descubrió en su escondrijo.
- Hola, le dijo suavemente uno voz infantil cautivadora.
-Hola, le contestó temeroso.
-¿Me llamo Pablo, y tu?
-Yo me llamo Leo.
Sus miradas se cruzaron y se sintieron muy bien desde aquel momento.
Cada tarde tenian una cita y recorrian juntos el bosque. El sueño del aquel ciempiés simpático y alegre se vió cumplido. Tenia un nuevo amigo y desde entonces se dedico a cultivar su amistad.