3 de junio de 2014

LA MARIPOSA AZUL


Erase una vez una mariposa de color azul como el cielo. Sedienta de emociones volaba de flor en flor atrapando la belleza de las flores y saboreando su néctar.
Siempre había vivido en el mismo lugar atrapada por los acontecimientos de la vida y las reglas de la sociedad en la que vivía, por lo que poco a poco el tiempo le había robado lo mejor de ella misma.
La rutina echa de responsabilidades asfixiantes, habían marchitado su belleza. Tan solo conservaba ese color azul cielo que la hacía interesante.
Pero su mirada carecía de luz reflejándose una enorme tristeza en sus ojos marchitos.
Se había conformado con su destino un año tras otro, pensando que la vida era así, sin posibilidad alguna de retroceder.
Alguna vez es verdad que había aflorado su rebeldía juvenil en momentos puntuales, pero luego volvía a encadenarse con enorme mansedumbre a su yugo.
¿Eran de amor aquellas cadenas que la aprisionaban?
Es verdad que la mayoría de las mariposas de colores estaban condicionadas por las mismas circunstancias, por eso ella jamás se llegó a cuestionar su prisión.
Hacía muchos años que se había embarcado en una aventura apasionante en un amor de juventud, sentando unas bases de conducta que coartaban su libertad. Al principio, los primeros años vividos le parecieron maravillosos, pero después poco a poco llegó un desencanto árido, seco, que fue apagando uno a uno sus sueños.
¿No hizo nada por huir? ¿No sintió la tentación de volver a recuperar su libertad?
A veces un conformismo echo de rutinas y miedos, nos corta las alas para volar de nuevo.
Romper con lo establecido, con lo que se espera de nosotros, es tarea ardua y comprometida, y nos sometemos una vez y mil veces a la miserable seguridad adquirida antes que emprender una nueva aventura.
La pobre mariposa azul, se debate entre el deber y la nostalgia y va muriendo lentamente.

M. Paz.