17 de octubre de 2025

LA CIUDAD Y SUS GENTES

 


El cálido otoño sigue su rumbo.

Tengo que acudir al banco para realizar una gestión y me visto de temporada. Al salir a la calle, la temperatura es muy agradable. Incluso noto calor por lo abrigada que me he puesto.

La cajera del banco es una magnífica profesional, cercana, sonriente, muy agradable.

Atiende a una mujer de edad que le cuenta no sabe muy bien manejar los datos del móvil. Con infinita paciencia le va gestionando el problema. Todo ello con una sonrisa, dedicándole toda la atención necesaria.

Apenas hay gente en la oficina, pero si la hubiera, la atendería de igual modo.

Es de agradecer la atención personalizada que recibimos de ella.

Una parte de la población autóctona de Pamplona es de edad avanzada.

Gente en sillas de ruedas acompañadas de personas de otros países que los cuidan.

_¿Señor Gregorio, por aquí?

Es una mujer de rasgos peruanos la que le invita a ponerse en la fila de la caja.

Él, arrastra un carro lleno hasta los bordes, como queriendo demostrar que todavía se vale por si mismo.

_¿Es el constructor?

Me pregunta una mujer que está a mi lado.

_No, sé quien es. No soy de este barrio.

_Nos hacemos mayores (dice resignada mientras yo sonrío).

Después, entro en un supermercado cercano.

_¡Qué ganas tengo de comer borraja! (Dice una mujer a otra, mientras escoge la de mejor presencia)

_Hay que aguantar, porque tengo tres hijos. (Es un hombre de mediana edad que se ha encontrado con un matrimonio amigo. Hablan del trabajo, de la salud, de los hijos...

_Agradecer a la vida que todavía vais juntos de la mano, sin que os lleven las de una desconocida. (Se despide la mujer del matrimonio amigo muy emocionada) 

Cerca, un grupo de chavales están eligiendo algo de comer para el recreo.

_Oye, vamos a coger estos torreznos que tienen muchas proteínas. (Dice a voz en grito uno de ellos de pelo ensortijado y ojos oscuros)

_Tienen por lo menos 500 calorías. ( Grita otro de aspecto aniñado y juguetón)

Miran el dinero que tienen antes de invertir.

Se les nota el apetito en la mirada.

Por ellos, arrasarían con todo...jejeje.

Sonrío de buena gana, mientras pienso que ellos también han notado la subida de los precios y hacen cábalas para que les llegue la pasta.

Un señor mayor mira y remira los turrones. Al final se decide por los de la marca blanca. Los demás, están prohibitivos.

Ya en la calle, escucho: ¡Señora, señora, se ha dejado las pechugas!

¡Ay, gracias!

¡Vaya cabeza la mía!

Historias mínimas bajo mi curiosa mirada.