2 de octubre de 2009

OTOÑO

Paseaba hace unos días como suelo hacer al atardecer, y ensimismada no me había percatado de que los chopos y demás árboles  lucían en sus hojas los más variados colores . Apenas había observado, que el otoño acababa de empezar .Sólo cuando he pisado en mi camino habitual las primeras hojas amarillentas, me he dado cuenta que había cambiado el paisaje.

De repente he sentido el impulso de pasear en soledad, bordeando la orilla del río con mi cámara de fotos para plasmar la belleza del camino. Hacía un sol precioso. Al poco rato de caminar, he tenido que quitarme la chaqueta y quedarme en manga corta. No es muy normal por ésta zona que tengamos tan buen tiempo en estas fechas.

El paseo se ha convertido en una aventura. He llegado hasta bastante lejos extasiada por los colores y el sol que jugaba entre las ramas, haciéndome guiños de complicidad.

A lo largo del camino me han acompañado las hojas caídas, muertas, solas, abandonadas...hasta me ha parecido escuchar el lamento de los árboles, mostrándome su propia alma desnuda.

A nadie le gusta mostrarse cuál es. Ni que los demás descubran nuestro interior, así, a la intemperie . Suele haber un proceso de mutuo conocimiento, donde poco a poco vamos enseñando los pliegues del propio corazón al otro, hasta llegar al santuario del alma de cada uno .
Pobres árboles pensé, al verles forzados a mostrarnos su desnudez . Pero rápidamente mi pensamiento de poeta me ha llevado a pensar en la simplicidad y sabiduría de que goza la naturaleza . Es un ciclo que se repite todos los años cuando llega el otoño.

Casi he sentido envidia, porque no ocurre así en la vida de los seres humanos, donde con el paso del tiempo suelen acusarse crisis de identidad que nos hacen ir de cabeza. No solemos reaccionar con monotonía, cuando nos quitan la fama, cuando perdemos el amor, cuando nuestra desnudez nos asusta, cuando perdemos a un ser amado...

Quizá la aventura de vivir nuestra, tenga más alicientes aunque sea más complicada que la de los chopos que he visto a la orilla del río.

Cuando me disponía a regresar, me he encontrado con unos estupendos amigos, y me he unido a ellos. Después de unas horas sin hablar, he tomado la palabra y creo que les he vuelto locos... Por cierto que uno de ellos me ha dicho que estará mas bonito el paisaje un poco más adelante, o sea que volveré ...
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