14 de mayo de 2016

ENCUENTROS AL ATARDECER


Caminaba en soledad por la orilla del río, cuando de repente, allí estaba él.
Un precioso petirrojo que se mecía en una rama.


Me acerqué lentamente para no romper el encanto de ese instante, y aunque se percató de mi presencia no hizo ademan de huir.


Estábamos los dos solos. Era media tarde y la belleza había salido a mi encuentro.
Fueron unos instantes sublimes mientras una y otra vez disparaba el objetivo.


Luego, cambió de postura mientras una luz mágica iluminaba aquel rincón. Era como si estuviera posando para mi.


Me atreví a robar su intimidad para mostrársela al mundo entero. Nadie de los que me conocen bien me hubiera perdonado que no lo hiciera.


De repente, me obsequio con una reverencia como dándome a entender que se rendía a mis encantos.
Yo, le correspondí con una sonrisa.


De un saltito se poso en una rama cercana para que le pudiera fotografiar de su otro perfil dando muestras de ser muy presumido...


Sin palabras, a nuestra manera nos entendíamos...
Y es que la mayoría de las veces no hacen falta.


Después, ambos levantamos el vuelo.
Yo, al ras del suelo, y él hasta las nubes, testigos mudos de nuestro encuentro.