28 de octubre de 2012

EL VIUDO


Era una tarde otoñal donde la magia del colorido de las hojas de los árboles me tenia extasiada desde hacia un buen rato. Saboreaba instantes fugaces donde la belleza te sale al paso, así, de repente. Caía la tarde y un tímido sol jugaba al escondite como juegan los niños a la salida del colegio con la algarabía propia de la niñez por entre las hojas de colores.
De repente, me encontré con un hombre entrado en años. Tenia la mirada perdida como en un recuerdo, el pelo blanco, y una enorme tristeza. Le saludé bajito, como haciéndome notar. Me devolvió el saludo como en un susurro aletargado de penas y llantos.
Por un momento pensé con curiosidad cual seria la tristeza que cobijaba en su alma con deseo de ayudarle, pero al mismo tiempo seguir mi camino.
 Fue él quien empezó a hablar muy despacio, como en confidencia. Se acababa de quedar viudo y su pena era inmensa.
"La tristeza me consume, no hallo consuelo alguno para mi dolor. Ella, el amor de mi vida ha muerto. La casa se me cae encima, todavía está su olor en los rincones, aún puedo escuchar su voz que me arrulla con infinito amor. No puedo dormir, ni comer..."
Mientras le escuchaba en silencio, fui escudriñando su rostro. Tenia enormes ojeras, la barba descuidada, y unos ojos grandes donde se podía adivinar su sufrimiento.
Poco a poco me fue desgranando su historia mientras yo procuraba prestar la mayor atención.
Era una historia como miles de historias...pero que en aquellos momentos al compartirla conmigo, me pertenecía como algo propio.
Ya no era para mi un extraño, de alguna manera se había confiado a mi y yo había aceptado escucharle. Nos unía un vínculo afectivo nacido apenas hacia unos minutos, pero para nada frío...
Habló y habló...todo lo que quiso.
De repente, el arco iris inundó con su belleza el horizonte como queriendo sumarse a la cita.
Anochecía cuando nos despedimos.
Quizá esa noche sea más llevadera su soledad.