5 de agosto de 2010

EL BANCO HERIDO

Le destrozaron una noche unos individuos jóvenes con dos copas de más y alguna que otra sustancia prohibida . Hasta entonces permanecía feliz junto a la orilla del río oyendo cantar el agua saltarina que baja de las montañas. Muchos ancianos y gentes del lugar al caer la tarde suelen sentarse en él aprovechando la sombra de un viejo chopo. En silencio escucha las conversaciones de aquellos que acuden solícitos a que les preste sus servicios y hace suyas las historias que le cuentan sin saberlo los humanos. Guarda en su interior, penas, alegrías, secretos, amores ,ilusiones, y alguna que otra desilusión.

En su vida se suceden una y otra vez las estaciones del año, y en su aparente monotonía se siente lleno de vida, allí, cerca de su río saboreando el cielo y las nubes.

Nada le hacia presagiar que unos desalmados inconscientes, le tirarían al suelo con toda la fuerza bruta de su vida joven para demostrarse unos a otros quien era el más macho.
En su alocada manera de caer al suelo sintió como todo su cuerpo temblaba de miedo pensando que su fin había llegado. Escuchaba risas y voces, algarabia de juventud sin futuro, gente con los sueños rotos, con el alma vieja y dolorida. Sintió una tremenda pena por sus verdugos mientras yacía dolorido en el suelo. Sus botas enloquecidas le daban tremendas patadas llenas de rabia contenida,  como gritos desamparados al cielo y la humanidad.

Se sentía víctima, al mismo tiempo que su generoso corazón era capaz de perdonar aquellas otras víctimas de la sociedades que construimos los seres humanos creyéndonos superiores.

Al cabo de un rato, solo un silencio sepulcral llenaba aquel paraje solitario. Sin poder moverse, dolorido, mordiendo el frío suelo, lloró amargamente hasta el amanecer.

Fueron necesarias varias personas para poder ponerle en pie. Aliviado pudo mirar de nuevo al río y las nubes.  Sonriendo agradeció a la vida seguir vivo y se le escapó un largo suspiro como para olvidar su triste noche.

Se va recuperando poco a poco, no guarda rencores ni venganzas, siempre dispuesto a prestar descanso al que se acerca. Como secuelas, unos horribles desconchones en su cuerpo, una experiencia del dolor nueva, y unas ganas de seguir siendo útil.
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