4 de noviembre de 2010

El silencio

El silencio lo envolvía todo. Solamente se escuchaban voces en el fondo de su alma. En diálogo consigo misma escudriñaba el fondo de su corazón sin aspavientos, serenamente, aprovechando la lucidez mental de la que disfrutaba en aquel momento.
Como luces de bengala aparecían en su mente los sucesos de su larga vida como algo lejano, aunque muchas veces los tenia presentes con una intensidad que le hacia sufrir.
Solamente en el silencio interior tenia capacidad para relativizar los instantes pasados, los buenos y malos momentos, los días vividos intensamente, como queriendo acariciar la vida al caer la tarde.
La mayoría de las veces vivimos inmersos en nuestras propias palabras que revolotean a nuestro alrededor como mariposas de colores con la fugacidad de la belleza externa, como algo etéreo que se desvanece en un soplo.
Solo en el silencio nos podemos encontrar con el meollo de nuestro propio ser con toda la riqueza y las bajas pasiones que anidan agazapadas en un lugar del corazón.
Ratos de soledad para mirar de frente al infinito, silencios para atesorar la vida que aun nos quede por vivir.