20 de septiembre de 2009

HORIZONTE


Aquella mañana, había sentido repentinamente la necesidad de salir lejos de la ciudad . Hacía unos días que el horizonte se había ocultado y necesitaba verle de nuevo por algún rincón.

Pensó en acercarse a la naturaleza siempre más cercana para quedarse a solas con él mismo .Mientras observaba el paisaje por la ventanilla del coche, rumiaba en soledad sus propios pensamientos. ¡ Cuantas preguntas sin respuestas !

Las aguas azuladas del pantano le volvieron a sorprender por su belleza como cuando era apenas un niño y acompañaba a su padre en hermosos paseos. Quizá en aquel lugar se fue afianzando su cariño hacia él para siempre .

Al bajarse del coche y saborear la brisa, sintió dentro de sí una extraña presencia, cálida, silenciosa...No atravesaba por buenos momentos, se sentía cansado, como sin alicientes. Aunque poseía todo lo que un hombre necesita para ser feliz, mujer, hijos, amigos, familia...últimamente, sentía un vacío interior, como si temiera ahogarse, como si el aíre que ahora respiraba con avidez, no le llegara a los pulmones. Le solía pasar con frecuencia y solamente le calmaba, recordar las palabras de su padre ..."Manolito, son cosas de la edad"

Su padre, le solía repetir esa frase cuando apenas entrado en la adolescencia, interiormente, no se encontraba a sí mismo. Una enorme inseguridad, le invadía. Lo mismo reía y lloraba al mismo tiempo . Se le antojaba la vida muy hermosa como algo horrible.

Aquellas conversaciones llenas de experiencia, dejaron huella en él y siempre que necesitaba hacer un parón en su vida, acudía aquel lugar y sentía su presencia de una manera especial .

Acababa de estrenar cuarenta años y tenia como la necesidad de hacer balance de su existencia. Se replanteaba muchas de las cosas que tenia muy claras y maduradas a lo largo de varios años, y que nunca se había cuestionado hasta ahora.
Apenas tenia ilusión ni ganas de tirar para adelante en su trabajo. Los nuevos proyectos que siempre le habían acompañado, dormían ahora en la más absoluta indiferencia .
El amor tan lleno de plenitud por su mujer y sus hijos, se le antojaba, una obligación que coartaba su libertad . Sentía dentro de sí unas enormes ganas de ejercer un libertinaje que le alejara de aquel ambiente que le asfixiaba.

Solo al sentir el sol besando su incipiente calva y el recuerdo de la frase de su padre: "Manolito, son cosas de la edad", le devolvieron la paz y la tranquilidad a su inquieto corazón . Es la madurez, pensó .

Miró al horizonte aliviado... allí estaba de nuevo...
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