11 de mayo de 2017

LLUVIA DE COLORES


El viento azotaba con fuerza las ramas de los árboles, mientras unas sencillas lilas que apenas acaban de nacer se bamboleaban de acá para allá. El espectáculo era bello a pesar de la vulnerabilidad de las flores y su esfuerzo por mantenerse erguidas. Era la lucha contra los elementos, el deseo de seguir viviendo a pesar de la tempestad que cruzaba el cielo.
Esa misma sensación la había experimentado muchas veces a lo largo de su vida cuando se había encontrado todo tipo de dificultades.
Llovía torrencialmente . Podía escuchar el tintineo de gotas de agua en su ventana, como una melodía que llegaba a ella desde muy lejos y la invitaba a salir de su prisión.
Desperezó sus miedos, abrigó lo mejor que pudo su corazón, se calzó las botas de la ilusión y se lanzó a la calle.
Pudo sentir en su cara una lluvia de colores que la acariciaba lentamente. Comenzó a saltar charcos como cuando era niña dejándose llevar mientras sus pies le iban llevando por la calles solitarias de la ciudad. Tan solo algunos transeúntes cobijados bajo su paraguas la vieron pasar sin prestarle demasiada atención.
Se sentía libre por fin.
El agua corría por su cuerpo lavando su pasado y llevándose todo el dolor y la angustia que le producía su recuerdo.
Sus lágrimas se mezclaron con la lluvia de colores mientras abría y cerraba los ojos una y otra vez.
Pudo ver en el horizonte colores nuevos que inundaban su existencia y un camino hacia las montañas por descubrir.
Iba tarareando una canción mientras su esbelto cuerpo se traslucía a través de su vestido empapado.
En un soportal se cobijaban algunos, que al verla pasar en ese estado la tomaron por loca, mientras la escudriñaban con su mirada viscosa y sucia. Pero ella no se detuvo. Caminaba entre la lluvia de colores hacia su propio paraíso.
Había tenido el valor suficiente de hacerlo. Se había puesto en camino y era lo que importaba ahora.
Largos años estuvo presa de su destino, dejándose morir lentamente. Sin atreverse a soltar amarras por considerar que el azar le había llevado hasta allí. Explotada, condicionada, manipulada, con las alas rotas y el corazón vacío.
Pero la lluvia de colores le había despertado de su letargo angustioso.
El agua redentora había cubierto su cuerpo y su alma de savia nueva. Sus pies iban ligeros de equipaje y sus ojos libres y esperanzados.
En su huida, no miraba hacia atrás. Corría y corría experimentado la libertad.
El camino era prometedor, no exento de peligros y luchas, pero  un nuevo ímpetu invadía su espíritu.
 La vieron perderse por él, mientras la lluvia de colores se despedía.

P.D. Dedicado a todos aquellos que un día tuvieron la valentía de salir de su prisión, sea cual fuere.