9 de diciembre de 2013

RETAZOS DE LA VIDA DE CELIA (Segundo capítulo)



Cuando Celia tenia trece años era la encargada de cuidar de sus hermanas más pequeñas que ella. Siempre fue amante del cine y los domingos llevaba a las niñas a la sesión infantil de las cinco de la tarde. Su madre las vestía de fiesta y al verles un poco pálidas, les pellizcaba con ternura los carrillos intentando sacarles el color. Ella aunque alguna vez intento escaparse de aquel rito, en el fondo le encantaba que las manos de su querida madre le tocasen la cara.
Era el cine para ella el lugar donde hacer realidad sus sueños, la forma que tenía de salir a otros mundos, otras culturas, compartiendo con el resto del pueblo su afición en una enorme sala como una gran familia.
  En el cine podía vivir otras vidas distintas a la suya . En cada película se enamoraba del protagonista de turno y era una más dentro de la pantalla.
Había heredado esa pasión cinéfila de su madre. A ella también le gustaba mucho el cine, de tal manera que desde pequeña le solía contar la película que había visto el día anterior y juntas la vivían de nuevo. En su mente infantil aportaba enorme riqueza a su imaginación, pudiendo aprender valores de sus labios; la amistad, el honor, la hombría de bien...
Aquella semilla con el paso de los años dio su fruto y se grabaron para siempre en su alma aquellas enseñanzas.
En aquella época, los paseos con la pandilla de amigas por la Calle Mayor, era una diversión en la que empleaba muchas horas. Paseo arriba, paseo abajo, intentaba captar la mirada del chaval que hacia "tilín" a su adoslescente corazón para fundirla con la suya.
No importaba que hiciera frío o calor. Aquellas miradas cómplices tenían el aliciente del ir y venir de aquellas vidas juveniles y su manera de relacionarse entonces, muy distinta a la actual con tantas nuevas tecnologías.
Con una simple mirada, se podían intuir los pormenores y las vivencias personales de cada uno; quién congeniaba con quién, nuevas parejas que comenzaban a salir juntos...
De aquellos paseos, nacieron grandes amores que hoy perduran en el tiempo.
Otra opción era acudir a bailar al Salón. Celia, intentaba colarse la mayoría de las veces sin éxito. Necesitaba presentar en la puerta su carnet de identidad que por entonces no disponía por estar la mayoría de edad en los veintiún años.
El tiempo para ella se le hacía eterno esperando crecer y crecer...
Amante de la música y dotada para el baile, pudo colarse del brazo de su hermano casi tres años mayor, como si fuera su novia.
¡Ah, que placer entonces!

Pero esto continuará en el siguiente capítulo...