16 de abril de 2011

LA ESTACIÓN



Las estaciones están llenas de recuerdos. Si pudieran hablar nos contarían muchas historias de gentes que han pasado por allí en alguna ocasión.
Los andenes de la estación huelen a despedidas, a encuentros amorosos, a esperas ilusionadas, a momentos dolorosos, a esperanzas lejanas, a horizontes futuros...
Aunque son sitios de paso guardan en lo mas intimo de su ser recuerdos que nunca mueren y se mantienen con vida añorando volver a reencontrarse con cada uno de los seres que formaron parte de esas historias que conservan como preciado tesoro.
El tren que aparece de repente, es como el alma de las estaciones. Con su llegada se cumplen los sueños que se forjan en cada espera. Es como si viniera cargado de esperanzas nuevas.
Otras veces es preludio de dolorosas despedidas, con su marcha se mueren a veces los sueños de nuestra vida.
Me gustan las viejas estaciones de pueblo con olor a maletas de cartón de otras épocas, con cestas de fruta e incluso un pollo asomando la cresta, con bocadillos de tortilla envueltos en papel de estraza, con caras alegres y risueñas que van de visita a la ciudad.
Uno de los recuerdos que me trae esta estación, son los besos de mi padre cuando me despedía porque volvía al colegio de nuevo. Aún puedo verle subir mi maleta al altillo del tren, y después de coger el lado de la ventanilla para que pudiera observar el paisaje, apurar los últimos minutos junto a mí. Luego, me besaba ,y una vez fuera ,agitaba su mano deseándome buen viaje, hasta que desaparecía en el horizonte.
Esta vieja estación guarda un bello recuerdo para mí, por eso quería mostrarla.