9 de febrero de 2024

MI PUNTITO DE LOCURA

 


Últimamente me ha salido mi puntito de locura a flote y no hay quien lo pare...jejeje.

¿Ridícula? ¿Infantiloide? ¿Locuela? ¿Pirada?

Podéis añadir los adjetivos que cada uno gustéis.

Pero de momento, no pienso dejar de hacer el tonto.

¡Me alivia tanto!

Desde mi más tierna infancia, he sido una teatrera de libro. Quizá hayan influido los genes maternos, mi madre, de jovencita, hacía comedias en la Valderrueda rural de su época, me contaba muy ufana.

Y además, tenía un halo misterioso y mágico para descubrir la belleza en las cosas más simples y cotidianas.

Era divertida, traviesa, rebelde...


Me defino como titiritera, que baila a la vida en cada amanecer, con el objeto de disfrutar de cada instante que ella generosamente me regala.

No tengo respeto humano alguno que me impida mostrarme así. 

Claro, que me atengo a sus consecuencias...

Puedo ser carne de cañón de mentes sesudas y serias, que les parezca, que mis actuaciones al mostrarme con ese desenfado, en esos vídeos más propios de jóvenes adolescentes, que de una señora de mi edad, rayan en el ridículo más espantoso.

Pero no puedo reprimir mi lado gamberro y apuesto por hacer lo que me vine en gana. 

Arriesgo.

El que no arriesga, no vive.


Mi madre, siempre me solía decir: "Mari, eres muy niñona" cuando me veía salirme del tiesto siendo ya una jovenzuela.



Pero no pienso renunciar a esa parte infantil que aún conservo, a pesar del paso de los años, las canas, las manchas en la piel, los dolores articulares, las arrugas, el insomnio y miles de manifestaciones de la decrepitud en que me encuentro.

De alguna manera, es lo que me mantiene viva por dentro.

La curiosidad, el afán de aprender, la alegría, la risa a borbotones, los juegos, el compañerismo, la diversión. las pequeñas desobediencias a lo establecido, la rebeldía ante lo injusto, el amor por los sueños...son el eje de mi conducta.

Por lo demás, no temo a las críticas, sobre todo si vienen de gente de mente gris. Pero estoy abierta a las críticas constructivas, porque uno nunca acaba de conocerse bien.

Hagan apuestas, señores.

¡Viva la alegría!