17 de abril de 2016

PRESO


Marcos, se había quedado preso de su sectarismo. Siempre había tenido una actitud fanática defendiendo sus ideas  sin admitir ninguna crítica sobre ellas
 Como todos los sectarios, era incapaz de reconocerlo porque se sabía poseedor de la verdad absoluta.
Incluso presumía de ser un hombre tolerante y comprensivo cuando se definía a  si mismo.
Pero que nadie se atreviera a llevarle la contraría sobre algún aspecto de aquello que defendía a capa y espada...
Entonces, era capaz de insultar, ridiculizar y hasta llegar a la violencia verbal con la pasión de aquel que le va la vida en ello.
Hasta tal punto estaba seguro de "su verdad" que no dudaba en utilizar la violencia explicita con tal de defenderla.
No era capaz de escuchar, porque ya había juzgado antes de hacerlo.
Su boca gritaba y gritaba hasta hacerse oír, proponiendo una y mil veces que solo él tenía la verdad.
Alguna veces hasta llegaba a contradecirse y en su soberbia buscaba culpables de su situación.
Él mismo establecía los limites del bien y del mal.
Era Dios, Juez, Dueño y Señor de la Vida y la Muerte.
Desde su más tierna infancia se fraguo su carácter esculpido a fuego con los odios de sus ancestros.
Fue poseedor de una herencia que le fue dada por el simple hecho de nacer en aquel entorno familiar.
Creció con una semilla contaminada que le impidió volar libre.
 Y tomando el testigo, juro defender la misma doctrina que le había sido encomendada a las futuras generaciones que dependían de él.
En esa espiral vertiginosa, se perdió la belleza intrínseca de la vida misma, porque cerro sus puertas a lo diferente.
Y ahí sigue...cautivo y sin poder huir.