Bruno, era un payaso feliz .
Así empezaba una canción que aprendí hace años.
La canción cuenta la historia de un payaso que vivía feliz haciendo reír a los demás. No tenia malicia, era bondadoso sin limites. Los niños le amaban con ternura, las caras de la gente se llenaban de sonrisas al verle.
Jamas se planteo ser otra cosa que payaso.
Sus días, transcurrían con la belleza de la rutina diaria, esa rutina que a veces nos pesa como una losa porque quizá soñamos con otras vidas, otras circunstancias, otros amaneceres ...
Cuando salia a la pista del circo, su alma y su corazón de payaso se llenaban de alegría generosa, y aunque el domador de leones, levantaba admiración a raudales, o la valiente trapecista se jugaba la vida con sus piruetas mientras que miles de ojos la seguían asombrados, no había comparación al observar la cara de los espectadores cuando él aparecía.
Todas las sensaciones humanas, bien sea el valor o el riesgo, se quedan cortas cuando alguien nos hace sonreír. La sonrisa nos hace olvidar lo duro del camino, al sonreír, es como si el sol inundase nuestra alma humana y un poquito del poder divino se metiera en ella.
Bruno sabia la fuerza que tenia al ejercer de payaso, por eso se sentía poderoso.
Un día, alguien ,un amigo, le hablo de otros horizontes fuera del circo.
Su corazón, sereno se lleno de inquietud.
Pensó en volar lejos de aquella rutina que a veces le esclavizaba. Todos los días a la misma hora la misma función...
Su vida se estaba gastando y apenas le quedaba tiempo para el mismo.
¿ Seria verdad, lo que le decian ?
¿Habría otro yo, dentro de el ?
Un amanecer, mientras todos dormían, salio despacio de su caravana. Respiro el frío de la mañana y se sintió libre. Suspirando contemplo la carpa por ultima vez mientras se alejaba...
Así empezaba una canción que aprendí hace años.
La canción cuenta la historia de un payaso que vivía feliz haciendo reír a los demás. No tenia malicia, era bondadoso sin limites. Los niños le amaban con ternura, las caras de la gente se llenaban de sonrisas al verle.
Jamas se planteo ser otra cosa que payaso.
Sus días, transcurrían con la belleza de la rutina diaria, esa rutina que a veces nos pesa como una losa porque quizá soñamos con otras vidas, otras circunstancias, otros amaneceres ...
Cuando salia a la pista del circo, su alma y su corazón de payaso se llenaban de alegría generosa, y aunque el domador de leones, levantaba admiración a raudales, o la valiente trapecista se jugaba la vida con sus piruetas mientras que miles de ojos la seguían asombrados, no había comparación al observar la cara de los espectadores cuando él aparecía.
Todas las sensaciones humanas, bien sea el valor o el riesgo, se quedan cortas cuando alguien nos hace sonreír. La sonrisa nos hace olvidar lo duro del camino, al sonreír, es como si el sol inundase nuestra alma humana y un poquito del poder divino se metiera en ella.
Bruno sabia la fuerza que tenia al ejercer de payaso, por eso se sentía poderoso.
Un día, alguien ,un amigo, le hablo de otros horizontes fuera del circo.
Su corazón, sereno se lleno de inquietud.
Pensó en volar lejos de aquella rutina que a veces le esclavizaba. Todos los días a la misma hora la misma función...
Su vida se estaba gastando y apenas le quedaba tiempo para el mismo.
¿ Seria verdad, lo que le decian ?
¿Habría otro yo, dentro de el ?
Un amanecer, mientras todos dormían, salio despacio de su caravana. Respiro el frío de la mañana y se sintió libre. Suspirando contemplo la carpa por ultima vez mientras se alejaba...
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