Los antepasados de Ariadna eran de un pueblecito de la zona montañosa de Leon . Había oído contar a su abuelo cuando era niña , que en las noches invernales se oía con bastante nitidez el aullido de los lobos que bajaban bastante cerca del pueblo para alimentarse.
Le habian puesto de nombre Ariadna, porque a sus padres les habia gustado, dado que por entoces estaba de moda una cantante que asi se llamaba . Su abuela muchas veces no acertaba ni a llamarle, le sonaba raro ...a ella le hubiera gustado que se llamara Maria simplemente.
Hubo una época que en la católica España todos los nombres femeninos iban precedidos del nombre de la Virgen Maria como signo de identidad mariana . Por eso a su abuela aquel nombre le parecía que sonaba a sacrilegio ...
Ariadna, tenia unos preciosos ojos color verde que recordaban al romero que crecía al pie de las montañas e iba inundando el valle que la veía aparecer cada verano cuando terminadas las clases del colegio podía refugiarse en los brazos de sus cariñosos abuelos que la adoraban.
Alli, cada nuevo amanecer se despertaba con el canto del gallo que picoteaba a diario por el corral de la casa.
Al escuchar el kikiriki , sentía en su interior un regusto de libertad, mientras perezosamente se apretujaba contra las sabanas queriendo robar unos minutos más al amanecer.
Toda su vida recordaría Ariadna el canto del gallo y lo uniría a momentos felices, vivencias de amor, paisajes serenos, besos auténticos, vivencias eternas, risas compartidas, olor a pan recién hecho, amaneceres únicos, sentimientos a flor de piel.
Cuantos recuerdos acudian a su mente cuando recordaba los maravillosos dias del verano en casa de su abuela Maria y su abuelo Antonio
Le gustaba observar las enormes vacas en su ir y venir por los prados. El tintineo de sus cencerros le sonaba a musica celestial.
Hace unos dias escuchaba una noticia en una television local en la que un ganadero se quejaba de que habia tenido que poner una cinta aislante al cencerro de sus vacas por la queja de los vecinos que vivian en la ciudad y se habian comprado una casa en el pueblo para pasar los fines de semana . Por lo visto les molestaba el tintineo para su descanso dominical y les habian denunciado ...
El ganadero muy enfadado protestaba por la finura de oido de los "urbanitas " que soportaban , estoicamente los ruidos mas infernales en la capital y los fines de semana querian cambiar las costumbres de los hombres del campo.
Ariadna, suspiraba en un rincon, habian pasado los años y la vida ... pero no, sus recuerdos que permanecian intactos
Le habian puesto de nombre Ariadna, porque a sus padres les habia gustado, dado que por entoces estaba de moda una cantante que asi se llamaba . Su abuela muchas veces no acertaba ni a llamarle, le sonaba raro ...a ella le hubiera gustado que se llamara Maria simplemente.
Hubo una época que en la católica España todos los nombres femeninos iban precedidos del nombre de la Virgen Maria como signo de identidad mariana . Por eso a su abuela aquel nombre le parecía que sonaba a sacrilegio ...
Ariadna, tenia unos preciosos ojos color verde que recordaban al romero que crecía al pie de las montañas e iba inundando el valle que la veía aparecer cada verano cuando terminadas las clases del colegio podía refugiarse en los brazos de sus cariñosos abuelos que la adoraban.
Alli, cada nuevo amanecer se despertaba con el canto del gallo que picoteaba a diario por el corral de la casa.
Al escuchar el kikiriki , sentía en su interior un regusto de libertad, mientras perezosamente se apretujaba contra las sabanas queriendo robar unos minutos más al amanecer.
Toda su vida recordaría Ariadna el canto del gallo y lo uniría a momentos felices, vivencias de amor, paisajes serenos, besos auténticos, vivencias eternas, risas compartidas, olor a pan recién hecho, amaneceres únicos, sentimientos a flor de piel.
Cuantos recuerdos acudian a su mente cuando recordaba los maravillosos dias del verano en casa de su abuela Maria y su abuelo Antonio
Le gustaba observar las enormes vacas en su ir y venir por los prados. El tintineo de sus cencerros le sonaba a musica celestial.
Hace unos dias escuchaba una noticia en una television local en la que un ganadero se quejaba de que habia tenido que poner una cinta aislante al cencerro de sus vacas por la queja de los vecinos que vivian en la ciudad y se habian comprado una casa en el pueblo para pasar los fines de semana . Por lo visto les molestaba el tintineo para su descanso dominical y les habian denunciado ...
El ganadero muy enfadado protestaba por la finura de oido de los "urbanitas " que soportaban , estoicamente los ruidos mas infernales en la capital y los fines de semana querian cambiar las costumbres de los hombres del campo.
Ariadna, suspiraba en un rincon, habian pasado los años y la vida ... pero no, sus recuerdos que permanecian intactos
6 comentarios:
Desde luego, por mi los urbanitas se podian ir a su casa, sino les gustan "los cencerros", que se joroben o que se queden en su ciudad de asfalto, hay en la memoria tantos sonidos y olores que perduran que ojala no los olvidemos nunca. Las montañas llenas de olores de "bichos", yo cada domingo iba con mi padre y tengo ese olor metido dentro de mi, esas flores que luego lucian toda la semana en el jarrón del comedor, en fin tantas cosas.....
Un beso.
Olalla.
Bonito relato; yo viví mi infancia en un pueblecito de Castilla y tu escrito me lleva a aquellos años; me pasa como a Ariadna, aunque soy más joven que ella.
A muchos "urbanitas" no hay quien les entienda. No soportan el tintineo de un cencerro y sí el sugido infernal de los motores. Pienso como Rio Oria: que se queden con el asfalto.
Un abrazo.
Qué maravillosa recreación!
Me crié junto a un parque en el que habitaban los pavos reales. El canto de sus graznidos, que llegaba a mis oídos a través del aire, ejercía el mismo poder balsámico que el canto del gallo de esta historia.
Las ciudades trajeron muchas comodidades, pero hemos perdido tantas cosas...
Mil besos!
Olalla, me alegra despertar en ti, recuerdos entrañables ...y es verdad que las flores del campo, lucian toda la semana, en el jarron del comedor ...
Jose Maria, los "urbanitas"hace tiempo que viven inmersos en un mundo donde la prisa y los ruidos , les impiden disfrutar de los pequeños placeres de la vida .
Como bien dice lo, las ciudades, trajeron muchas comodidades, pero hemos perdido otras muy valiosas
Un saludo para todos
No sé Paz, si la ciudades, en lugar de comodidades, han traído desarraigo. Creo, que no se creció bien, en torno a las mismas.
Sobre todo, no se creció, con el compadreo y la camaradería del pueblo (los hijos copiaron e impusieron el modelo, de sus compañeros de colegio de ciudad).
Pienso, que la lavadora y el lavavajillas, hubiese llegado al pueblo de la misma forma, aunque hubiesen existido las pequeñas ciudadades de antaño, en lugar de los monstruos de ahora.
Un beso, (Ch)
Bonito relato, "ole por los urbanitas", que se creerán que es el campo?, pues eso tintineo de cencerros,gallos que cantan al romper el dia, gallinas que anuncian que acaban de poner un huevo....¿que harán cuando les piquen los mosquitos y las abejar revoloteen cerca de sus narices? ¿les pondrán un bozal?. saludos
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