26 de octubre de 2025

OTOÑO

 


Una soleada mañana me atrapa en este Domingo otoñal.

Aunque en las primeras horas la hierba del jardín amaneció blanca de rocío.

Estoy sentada en una terraza tomando el segundo café del día leyendo la prensa.

El espíritu crítico no abunda en los periódicos. Cada uno sirve al poder establecido.

Nos dejamos manipular cual adolescentes que quieren comerse el mundo a bocados.

Y cuidadito con disentir, de aquello, que por narices, todos tenemos que opinar gracias al adoctrinamiento al que estamos sometidos.

Una voz discordante te puede llevar al ostracismo más absoluto.

Mejor, ni intentarlo.

La cobardía es el refugio de los conformistas.

Al calor del "rebaño" se lame uno mejor sus heridas.

En la mesa de al lado, un joven expresa a su compañera de mesa, que también lee la prensa, su admiración por uno de los políticos de turno. Se deshace en elogios sobre su persona. Es muy bueno. Repite una y otra vez sin dudarlo.

Es la idea que machaconamente repite un día y otro la prensa afín.  Nos lo dan todo hecho. No hace falta cuestionarse nada.

En ese barullo del Congreso de los Diputados, el mundo de las ideas es ultrajado una y otra vez y se dejan ver y oír palabras barriobajeras en el templo donde se debaten.

De repente, una mujer se acerca donde están dos chicas hablando de sus cosas.

-¡Qué bien estáis ahí!- grita con voz chillona-

Y comienza a contar su vida y milagros, mientras las chicas ríen divertidas.

-Me vine a vivir a Zizur porque me he hecho mayor. Mi hija ha sido la que me ha animado a ello. Estoy muy bien aquí. Aunque está un poco diseminado todo: Zizur pueblo, Zizur urbanización, Ardoi urbanización...

-Pero tenemos de todo.

-¿No vais a misa?

-Yo voy a rezar por todos.

-Como será el infierno viendo los incendios de este verano...

El precio de la luz me tiene agobiada.

- A mi nieto, Mikel, le encanta que le haga una tortilla de setas.

-No sé si llegaré a ser bisabuela.

La conversación se alarga y se alarga...

Parece necesitar que alguien la escuche. Y lo ha conseguido.

Todos los que estamos cerca somos partícipes de sus cuitas.

Dejo de lado el periódico.

Me interesa más lo que cuenta esta mujer.

De alguna manera es la sabiduría popular la que habla por su boca.

Me siento menos manipulada por sus palabras, qué por lo que estoy leyendo en el periódico.

Y no soy yo de rezar, ni creer en el infierno.

Hace tiempo emprendí un nuevo rumbo a mi vida.

Mi filosofía de vida es: "¡Vive y deja vivir!

Siempre con mi curiosidad y mi asombro en bandolera.

Amando la vida.

Amando a las gentes.

Si miedo  al futuro.

Saboreando el presente.

P.D. Menuda barullo de letras grandes y pequeñas. De vez en cuando me sale y no sé muy bien cómo solucionarlo.

Lo siento.


17 de octubre de 2025

LA CIUDAD Y SUS GENTES

 


El cálido otoño sigue su rumbo.

Tengo que acudir al banco para realizar una gestión y me visto de temporada. Al salir a la calle, la temperatura es muy agradable. Incluso noto calor por lo abrigada que me he puesto.

La cajera del banco es una magnífica profesional, cercana, sonriente, muy agradable.

Atiende a una mujer de edad que le cuenta no sabe muy bien manejar los datos del móvil. Con infinita paciencia le va gestionando el problema. Todo ello con una sonrisa, dedicándole toda la atención necesaria.

Apenas hay gente en la oficina, pero si la hubiera, la atendería de igual modo.

Es de agradecer la atención personalizada que recibimos de ella.

Una parte de la población autóctona de Pamplona es de edad avanzada.

Gente en sillas de ruedas acompañadas de personas de otros países que los cuidan.

_¿Señor Gregorio, por aquí?

Es una mujer de rasgos peruanos la que le invita a ponerse en la fila de la caja.

Él, arrastra un carro lleno hasta los bordes, como queriendo demostrar que todavía se vale por si mismo.

_¿Es el constructor?

-Me pregunta una mujer que está a mi lado.

_No, sé quien es. No soy de este barrio.

_Nos hacemos mayores (dice resignada mientras yo sonrío).

Después, entro en un supermercado cercano.

_¡Qué ganas tengo de comer borraja! (Dice una mujer a otra, mientras escoge la de mejor presencia)

_Hay que aguantar, porque tengo tres hijos. (Es un hombre de mediana edad que se ha encontrado con un matrimonio amigo. Hablan del trabajo, de la salud, de los hijos...

_Agradecer a la vida que todavía vais juntos de la mano, sin que os lleven las de una desconocida. (Se despide la mujer del matrimonio amigo muy emocionada) 

Cerca, un grupo de chavales están eligiendo algo de comer para el recreo.

_Oye, vamos a coger estos torreznos que tienen muchas proteínas. (Dice a voz en grito uno de ellos de pelo ensortijado y ojos oscuros)

_Tienen por lo menos 500 calorías. ( Grita otro de aspecto aniñado y juguetón)

Miran el dinero que tienen antes de invertir.

Se les nota el apetito en la mirada.

Por ellos, arrasarían con todo...jejeje.

Sonrío de buena gana, mientras pienso que ellos también han notado la subida de los precios y hacen cábalas para que les llegue la pasta.

Un señor mayor mira y remira los turrones. Al final se decide por los de la marca blanca. Los demás, están prohibitivos.

Ya en la calle, escucho: ¡Señora, señora, se ha dejado las pechugas!

¡Ay, gracias!

¡Vaya cabeza la mía!

Historias mínimas bajo mi curiosa mirada.


5 de octubre de 2025

LOS MIEDOS.

 


Ya casi he vencido el miedo al ascensor. Os cuento esto porque desde hace unas semanas mi comunidad está de obras y tenemos que salir a la calle por el garaje. Cómo ya os he contado alguna vez, tengo una claustrofobia desde niña y que se ha acentuado con el paso del tiempo.

Siempre subo por la escalera, pero ahora no me queda más remedio que coger el ascensor por lo menos hasta el piso del portal y desde ahí subir andando como siempre.

Cuando se iba acercando el comienzo de la obra mi temor era enorme. Hasta que no me quedó más remedio que utilizarlo. El primer día lo pasé fatal. El segundo también. El tercero no tanto.

Y así hasta que el miedo se ha convertido en un poco de respeto nada más.

Lo empiezo a ver cómo algo normal.

Hay que enfrentarse a los miedos. 

Los miedos suelen ser los causantes de tener el corazón y el alma aherrojados.

Estuve en el ambulatorio. Tenía cita en enfermería. Estaba pendiente de que me mirasen una mancha en la cara que de vez en cuando amanece con una pequeña herida. Resulta, que ahora te hacen una fotografía y se la envían al dermatólogo, que a través del ordenador pueden ver la gravedad.

No hace mucho en la Televisión Navarra entrevistaban a la Presidenta de Navarra, María Chivite y una de las preguntas precisamente era sobre la sanidad. El presentador le comentaba que si con este método era fiable saber la gravedad de una lesión, y ella contestaba que si, que precisamente a su pareja le había salido un grano en la espalda, o algo así, y a través de la fotografía que le habían podido diagnosticar y en quince días le habían citado para extirpárselo. Claro, que por ser la pareja de ella en quince días solucionado. Los demás, como por ejemplo yo, a esperar un mínimo de noventa días, después de saber los resultados de la fotografía. Y si tienes dudas y miedo, pagarte un dermatólogo particular para que cuanto antes te solucione el problema.

Los miedos forman parte de los sucesos diarios, pero llevados al extremo nos pueden llevar a un estado de angustia que nos perjudica enormemente.

Es una emoción básica y una respuesta natural del cuerpo a una amenaza percibida.

El otro día estaba haciendo unas fotografías a las flores del parque que aún conservan su lozanía.

De repente, escuché a un crío dar una mala contestación a su madre.

Salían ambos del coche.

La madre le corrigió inmediatamente diciéndole: "A mi no me hables así que soy tu madre. ¡Ni se te ocurra!"

El chaval salió detrás de un árbol dispuesto a escaparse. Era muy pequeño. Cara enfadada, mochila a la espalda, ojos curiosos y atrevidos, un puntito rebelde en sus andares...

Le miré,

Me miró desafiante.

Al cruzar la carretera lo hizo sin mirar a los lados por si venían coches.

De nuevo se alzó la voz de la madre: "¡Has cruzado sin mirar!"

-Ya...es qué ...

La madre, una mujer joven, ejerciendo la inconmensurable labor de educar en el respeto, de avisar de los peligros, de la prudencia del miedo, de proteger, de amar...

El crío era como una de aquellas florecillas que yo trataba de retratar. Vulnerable, curiosa, bella, atrevida...

La madre, jardinera amorosa.

Se perdieron a lo lejos.

Yo también recordé a la mía y mis miedos.