1 de julio de 2014

EL CAMINANTE


Había llegado de muy lejos cansado y hambriento. En su mochila llevaba un pasado que le pesaba enormemente y llegaba por casualidad a aquel pueblo de montaña.
Sus pies agotados por el camino no podían más. Llevaba unos viejos zapatos rotos, compañeros de fatigas  e infortunio y de noches de luna llena.
Formaban parte del equipaje de sus recuerdos y sus pisadas. Juntos habían saboreado la vida caminado al unísono y bebiendo sorbo a sorbo cada instante.
Aventuras fantásticas y nubarrones formaban parte de su historia. Buenos y malos momentos compartidos como buenos amigos.
En ese paso del tiempo acariciando momentos, habían atesorado experiencia, viajado, encontrado nuevos amigos, llorado, reído...
Y aunque dicen que el tiempo todo lo cura, las viejas heridas del caminante estaban aún si cerrar.
Era una mañana plena de luz y sol cuando sus viejos amigos se sintieron morir y decidió que tenía que hacer un parón y darles una digna sepultura.
Era consciente de que la vida para ellos había llegado a su fin y mientras se iba desprendiendo de ellos acariciaba lentamente su piel.
No quería abandonarles a su suerte como se abandonan las cosas viejas, pero no le quedaba otra remedio que sustituirles por otros nuevos si quería seguir su camino.
Aprovechando que era día de mercado se compro unos nuevos bajo la mirada curiosa de las gentes del lugar.
Se despidió de ellos en silencio y no pudo reprimir una lágrima nostálgica . Las despedidas para siempre son enormemente tristes; en ellas se concentra nuestra propia indigencia y nuestra nada.
El caminante siguió su camino, solitario, porque aunque estemos rodeados de gente, en el fondo todos estamos solos con nosotros mismos.
Nadie parecía darse cuenta de la triste despedida. Tan solo un alma sensible e inquieta que supo rescatar su historia y os la trajo aquí.

P.D. Me conmueven los zapatos viejos porque de alguna manera forman parte de nuestro caminar por la vida.. El viernes pasado día de mercado me encontré estos zapatos en un puesto que alguien había dejado allí porque se había comprado unos nuevos y quise hacerles un pequeño homenaje a su fiel servicio.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran Homenaje a estos compañeros de camino, testigos de nuestras vivencias y experiencias.
Me ha encantado.
Abrazos y Besines.

Darío dijo...

A veces pienso que somos todos caminantes solitarios, a veces pienso que nos empecinamos en esa soledad. Abrazo.

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

Así es, los zapatos viejos son fieles testigos de nuestro andar por la vida. Da tristeza abandonarlos.

Abrazos.